"Qué Realicó Queremos": Había una vez un pueblo, que sabía reír...

Impacto - Por Gladys Sago - Según el estudio que hace Henri Bergson ,el ser humano suele reírse de lo que (inconscientemente) se le presenta como una deformación o caricatura de sí mismo:un fantoche o un payaso nos hacen reír porque son representaciones deformes hasta el grado de cosa de lo que somos nosotros mismos,es decir, Bergson entiende que la risa es una proyección y una descarga de tensión emotiva ante algo que nos representa.
Explica luego sobre los procedimientos de trabajo de la imaginación humana y más concretamente de la imaginación social, colectiva, popular, procedente de la vida real, emparentada con el arte y señala que no hay comicidad fuera de lo propiamente humano.Un paisaje podrá ser hermoso, armonioso, sublime, insignificante o feo, pero nunca será risible. Nos reiremos de un animal, pero porque habremos descubierto en él una actitud de hombre o una expresión humana. Nos reiremos de un sombrero; pero no nos estaremos burlando del trozo de fieltro o paja, sino de la forma que le han dado unos hombres, del capricho humano que lo ha moldeado. Varios han definido al hombre como “un animal que sabe reír”.También podrían haberlo definido como un animal que hace reír, pues si algún otro animal lo consigue, o algún objeto inanimado, es por un parecido con el hombre, por la marca que el hombre le imprime o por el uso que el hombre hace de él.
Si hubo una característica social realiquense, se puede decir que fue el ambiente festivo que le imprimía la población a todas las actividades colectivas. A conciencia del cambio profundo de los tiempos y la manera de interrelacionarse, resalta mucho más esa pérdida, la tácita aceptación de que la realidad no se refleja en el espejo de sus pares, por lo menos de la zona, por eso se multiplica la sentencia de que para divertirse hay que salir de la localidad. A la vez que sobran ejemplos de todas las épocas mientras se escabulle la capacidad de asombro y parece que nada conmueve. Bastan un par de ellos para demostrar cómo era compartir.
Con gran expectativa se esperaba el paso del camión regador en las calles de tierra que no fueron óbice para que un desfile representativo de la labor agraria hecha semilla de trigo, recorriera la Avenida Mullally para que una multitud (se congregaban mas de cinco mil personas)apostara por una de las bellezas al son marcial de las Bandas de Música que convocaban desde temprano. Despues llegaría el baile en el legendario y desaparecido Prado Español, con la presencia de una nutrida comitiva de autoridades provinciales encabezadas por el gobernador de turno,que ahora ya no tienen en cuenta a Realicó para sus presencias.
Habia otros bailes ”populares”(es decir, para todos) en el Salon Roma, con concursos de ritmos acordes a los asistentes y eventos de escuelas cuyas cooperadoras ofrecían espectáculos con danzas y vestuario adecuado y kioscos alegóricos para recaudar fondos. Los clubes competían en los cines-de miércoles a domingo(con dos funciones)y con la contratación de artistas del momento que hacían colmar de público sus espacios.
Lejano, el Carnaval de Realicó tuvo fama, porque distintos grupos de vecinos creativos demostraban su capacidad resolutiva para plasmar figuras y preparar vestimentas que concursaban por los ansiados premios en efectivo!.El Corso recorría varias cuadras céntricas en torno al viejo bulevard que tambien era escenario indiscutido de la”vuelta al perro” dominguera que recalaba en la estación, para ver quién llegaba y quién se iba en el tren.
Y las Fiestas Mayas, en aquellos fríos Día de la Patria se preparaba una de las calles aledañas al mástil de la plaza donde se hacia el Acto Oficial, para despues
generar revuelo entre subidas al palo enjabonado de grandes y chicos, correr carreras de embolsados, de tres piernas, del huevo en la cuchara y gritar de asombro cuando los paisanos intentaban ensartar la sortija. Todo en familia con sabor a chocolate y aroma a empanadas fritas.
Parecen ingenuos los ejemplos de un tiempo en el que tambien se socializaba en las noches con los vecinos, para una actualidad que no reaccionó ni con el espíritu navideño ni con la llegada de un año nuevo, donde aceptar que la vida cambia es una premisa de supervivencia y que comunicarse desde otro lenguaje, adoptar giros idiomáticos, adosar latiguillos verbales; revertir costumbres y rechazar antiguos hábitos, propone incorporar elementos propios de la época para motivar, como entonces, sin perder la esencia gregaria de un conglomerado singular que se vinculaba sin otra aspiración que la de pasarlo bien. Porque eso engloba lo festivo, la sensación de distenderse en compañía, de permitirse que la mente analice cada momento, lo degluta y lo escupa en carcajada con música de fondo que convoque a la alegría.
A nadie resulta ajeno que la sociedad de consumo sea capaz de fagocitarse al más desprevenido, con sus ofertas de una vida sobrecargada de cosas que despues ni se usan, en concomitancia con la pérdida sistemática del dialogo a través del encuentro. Cuando se deja de ser protagonista de las propias acciones, porque es más cómodo recibir todo con formas preelaboradas por otros, sin matices; el discurso cambia.Porque presentarse como desestructurado cuando cada actitud cotidiana refuerza la rigidez de pensamiento, deviene, cuando se trata del accionar institucional de todos los sectores,en el aporte a la conformación de una comunidad cada vez más introspectiva, que se mueve en pequeños grupos de pertenencia, que ignora literalmente lo que le pasa al otro y se olvida de brindar por lo mas sagrado -la vida-obnubilada por tantas borracheras que la llevan a evadirse.
La gran pregunta de este inicio es, cuando se perdió la alegría ¿cómo se recobra?. Si como explicaba Bergson, la risa es una proyección y una descarga de tensión emotiva ante algo que nos representa, qué mejor que comenzar a reirnos de nosotros mismos, encontrarle el tono risueño a las cuestiones comunes para conjurarlas sin el rictus del rechazo y retomar aquella forma de relacionarse en espacios comunes, donde el protocolo sólo debe insertarse como respeto, con la certeza que lo popular no conlleva ser vulgar.
Como la búsqueda del Tesoro de la infancia, hay que salir a buscar la alegría. No habrá premio en efectivo, el premio será efectivo cuando podamos construir un nuevo Realicó donde no tenga cabida la insatisfacción.

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